jueves, 13 de septiembre de 2007

Promesas Rotas.

“Sabía que serías el primero en encontrarme. ¿Sabes? No soporte más.”


Acabo de llegar a tu casa. Acabo de forzar la puerta para poder entrar. Acabo de asustarme como nunca en mi vida. Acabo de encontrarte.

No sabes cuanto he llorado este día. No creo haberme sentido tan mal, tan mal. Nunca. Ni en las tantas depresiones estúpidas en las que solía vivir, me sentía tan solo. No sabes cuantas veces he estado a punto de tomarme todo el frasco de tranquilizantes que no te terminaste. Pero creo que no lo haré. Aún no sé porque, pero creo que no lo haré.

Siento tanta rabia. ¡Tanta rabia!


“Ahora que estoy a pasos de hacerlo, creo que no está bien. Pero no sé que más hacer.
Ya hablar contigo no me basta, es imposible cicatrizarlo todo.”


Lo que más me ha dolido, ha sido verte. Blanca, triste, con lágrimas secas sobre tu cara. Con un frío en tu cuerpo que jamás pensé. Con una dureza en tu piel, con tus dedos rígidos. Esos dedos que tocaban mi cuello. Me duele. Todo esto me está haciendo mucho mal.

¿Por qué no confiaste en mí? Creí haberlo dado todo por ti, ¿o es que faltó algo? Me duele que no seas capaz ahora de contestar… Y me da miedo. Terror de quedarme con tantas preguntas que nunca podrás responder. De sentirme tan vacío de ahora en adelante. Tan miserable, tan torpe… ¡¿Por qué me hiciste esto!?


“Quiero que sepas que eres la persona que más he amado en mi vida. Te juro por Dios que no te miento. Pero yo ya no puedo continuar. Tú sabes porque lo hice.”


He encontrado tu carta a tus pies. Tu maldita carta. Como si me bastara con que te despidieras tan fríamente… ¡¿Por qué no contestaste tu celular la noche anterior?! Te llame más de doce veces, y todas estaban como llamadas perdidas en tu celular… ¿Es que no las quisiste contestar? Quiero llorar…

Siento como si te odiara. Pienso que es solo una tontera momentánea. Pero no puedo olvidar lo egoísta que has sido.


“Ya el odio me corrompe, me destruye por dentro haciéndome añicos. La rabia me destruye. Y lo ha conseguido. Me ha aniquilado.”


Hace más de quince minutos que solo oigo llantos desde el otro lado del auricular. Se mezcla con el mío tan bien, tan perfectamente. Aunque no lo creas, tu madre esta llorando con mi noticia. Me gritó, con rabia, echándome la culpa sobre todo esto, sin saber que gran parte de este embrollo es realmente culpa suya. Tu padre aun no ha llegado a casa. Ella tiene miedo a como reaccionará. No la culpo. Veo como si la tarde lloviera tan densamente, pero esta totalmente soleado, un día feliz, una broma cruel, un chiste demasiado negro. Pero sigue lloviendo. En mis ojos está la prueba.


“Tengo tanta mierda en la cabeza que no puedo pensar tranquila. Ni las tantas píldoras para dormir, ni los psicólogos que ella me pagó, ni nada; nada ha logrado que yo despeje mi cabeza. Es todo tan confuso.”

Me costó que separaran tu inerte cuerpo del mío. Que te alejaran para siempre de mí. Sentir por última vez un beso de niños en tus labios. El ultimo que podría darte.

Te metieron en esa bolsa, que cerraron como en cámara lenta, donde desaparecían tus manos incoloras, tu pecho sin movimiento, tu cuello blanco y esa cara preciosa de la que me enamoré. Tu madre llego con la ambulancia, hecha un desastre. Estupefacta, casi como tú: muerta. Asfixiada. Me dio un abrazo, fuerte, extraño. Ambos te vimos perderte entre las puertas blancas que los paramédicos casi sin asombro cerraron.

Y luego te perdiste rumbo hacia un hospital que nada podría hacer, dejándonos en tu sepulcral y solitario departamento.


“Estoy pensando en la expresión que pondrás. En lo triste que estarás. Pero, lo siento, esto es demasiado para mí. Soy egoísta, lo sé. Te pido con las últimas lágrimas que derramaré sobre este puto mundo que me perdones. Aunque será lo más difícil que te he podido jamás pedir. Lo sé.”


No sé por qué tu madre me pidió que estuviese con ella. Nunca le caí bien. Pero es que ambos teníamos algo en común: te amamos. Aunque ya no estés. Ha llorado desde que la llamé, golpeándose la cara porque jamás supo la forma de decirte un “te quiero”. Tu padre llego llorando incontrolablemente. Destruido. Arremetió la pared con sus puños y todos esos platos extraños de los que nos reíamos se hicieron trizas en el suelo. Él siempre te amo, te dio lo mejor, se esforzó por ti. Y ahora ya no estás, dejaste un vacío tan grande dentro de él. Echaste a la mierda todo su cariño. Eras su mundo, su vida, un fragmento de su monótono corazón.

No sabes cuanto lo comprendo…


“Estoy llorando a mares. Mi amor, no sé que más escribir. Pensar que son mis últimos minutos y no sé que más decirte. Quizás confesarte que no extrañaré a nadie, excepto a ti. Sólo a ti. Nadie más me dio su mano cuando estaba en el suelo. Pero, ni tus lindas manos, ni tus suaves labios pudieron calmarme. Soy una imbécil, una cobarde. Una mierda, nada más que eso. No tengo razones para seguir.”


Quise hacer los trámites yo solo. ¿Recuerdas los ahorros que teníamos para ir a Disneyworld? Todos se fueron en lo mejor: en un ataúd elegante, en flores frescas, en una sepultura que reflejara lo tanto que te amo.

Estaba a horas de tu velorio, de tu misa, de tu funeral. Hora que ya me serian eternas, sin dormir, solo pensando en ti. En lo que hiciste. En lo tonta que fuiste.


“Siempre pensé que para poder hacer esto, se tenía que estar completamente sola. Sentirse completamente sola. Pero yo te tenía a ti. Y eso me duele. De verdad. Porque sé que me vas a echar de menos. Porque sé que ahora no hay vuelta atrás.

Te pido con toda mi alma que me olvides. Que rehagas toda tu vida. Que me dejes atrás, olvidada en tus recuerdos. Nunca fui la mujer que necesitabas. Nunca te merecí.”


¿Recuerdas que una vez me dijiste que creías que estabas tan sola que quizás nadie iría a tu funeral? Hay al menos 80 personas que estuvieron en la misa, y que vestidas uniformemente de negro, acompañaron la carroza irónicamente blanca que te trajo hasta este silencioso cementerio. Algunos llorando. Otros tantos quizás solo por presencia.

Tu primo esta mudo. Ese enano siempre te quiso mucho, eras su prima favorita, su prima mayor, la que lo cuidaba. La que más lo quería. No ha llorado, esta impactado.

Tu madre se ve bien de negro, tenias razón. Esta del brazo junto a tu padre, quien no ha querido derramar lágrimas en público. Esta rezando al compás del Padre de turno.
Yo solo miro tu ataúd, pesado, inerte. Donde estas de igual forma.


“¡Soy una huevona! Te quiero, amor mío. Te quiero tanto. Pero ya no podré tocarte más. Es que no quiero seguir siendo la espina en tu corazón. Este, es mi adiós.”


Bajas. Más profundo, hasta que te pierdes y la tierra comienza a esconder lo ultimo que veremos de ti. Los cánticos de iglesia ahora son reemplazados con sollozos, lloriqueos, palabras de aliento, despedidas. Tomo una camelia, la flor que mas te gustaba, y la arrojo sobre tu ataúd mientras se pierde lentamente en extensos minutos.

Los minutos más largos de mi vida.

Todos se han ido, hasta tus padres. Enfermos, distantes, deprimidos. Solo yo estoy frente a tu lápida, con tu nombre, tu nacimiento y la fecha de ayer. ¿Por qué? Si tanto me amabas, ¿porque me despojaste de lo único que me hacia sentirme vivo?

¿Por qué demonios lo hiciste?


“Espero estar cuidándote desde el otro lado. Sabes cuanto odio las despedidas. No quiero escribir nada más. Te amo, te amo, te amo, te amo. Te amaré. Y si tú sigues amándome, solo olvídame. Será lo mejor para los dos. Un beso. Ese que no te di ayer antes de decidir morir.”


Han pasado ocho años y aun te recuerdo. Sé que últimamente no había podido venir, pero es que ya no tengo tanto tiempo como antes.

El año pasado me case. Estoy trabajando y estoy feliz esperando a mi primer hijo. La vida ha ido bien. Hace un par de años volví a ver a tus padres. Estaban tranquilos, pero vacíos. Supe hace poco que se fueron a USA esperando olvidar.

Mi esposa aun no entiende porque a veces llego tan tarde, sin saber que es por venir a visitarte. Ni porque mis ojos a veces aun se ven pesados y añorantes. Reflejando que lloraron las tantas veces que releí tu carta. La que jamás mostré a nadie, la que oculté solo para mi.

Han pasado ocho años y yo todavía tengo las preguntas que me nacieron aquel día que te encontré. Sí, estoy llorando de nuevo, pero, es comprensible, ¿no? Yo aun te amo.

La tarde se ha teñido de un color azulado opaco y es hora de que me marche.
No se cuando pueda volver a venir, pero no es necesario que te jure que lo haré.

Te traje camelias. Las dejare en el florero, espero que no se las roben esta vez.

Te amo, adiós.


“Te amo. Siempre te amaré. Adiós.”

No hay comentarios: